martes, 6 de diciembre de 2011

CÓMO EMPECÉ A CORRER

Tengo un huevo de años. Cuarenta y cinco, para ser exactos. Casi cuarenta y seis, para qué engañarnos. Soy de la generación de los que llamábamos "gimnasia" a lo que hoy es, afortunadamente, Educación Física. De la generación que falsificaba una nota de su madre que le eximía de hacer gimnasia ese día por alguna dolencia inventada. De la generación a la que no inculcaron los beneficios de la práctica deportiva. Como se pueden imaginar, las palabras "gimnasio", "deporte" y todo lo relacionado con ellas, hasta hace poco me producían urticaria. Tengo una bicicleta de paseo criando polvo en mi trastero y un bañador de competición al que jamás le he quitado la etiqueta. No sé jugar a nada y además mi coordinación es patética, pero siempre sentí envidia cuando en alguna de mis caminatas, porque lo único que me gustaba era andar, pasaba alguien a mi lado corriendo airosamente con la respiración ligeramente jadeante. Tanta, que hace unos años una mañana me puse una camiseta, unas mallas y las zapatillas de andar y eché a correr. Volví a los cinco minutos con el corazón a cien y jurando que no lo haría más.
Hace casi cinco meses, concretamente el 12 de Julio, uno de los pocos días soleados que hubo ese mes, tuve una revelación mientras tomaba el sol en casa, bien apoltronada en mi tumbona, tirada como una foca, como suelo decir. Me vi a mí misma entrando en la menopausia achacosa, llena de dolores, gorda y deprimida. En menos de un año he perdido a dos miembros de mi familia y mi estado de ánimo en aquel momento rayaba la locura. Me levanté de la silla como un resorte, me puse las primeras zapatillas que encontré a mano y que, evidentemente, no eran para correr, y me di un par de vueltas que no debieron de durar más de un minuto y medio o dos. Y no me morí. Y como no me morí, decidí volver a hacerlo al día siguiente.
Soy fumadora y empecé a fumar muy pronto. Eso siempre me ha frenado a la hora de hacer ejercicio, todo el mundo me decía que era incompatible con fumar, así que ni lo intentaba, excepto andar. Entonces empecé a pensar que si iba despacio y muy poco tiempo sin agotarme, a lo mejor conseguía avanzar un poco y que, mientras lo intentaba, desde luego no fumaría, ni tampoco un tiempo antes y un tiempo después. Así que empecé a combinar el trote con andar con unos intervalos absolutamente ridículos: treinta segundos corriendo/ un minuto andando. En total, corría dos minutos y medio. Y, por supuesto, no dejé de fumar ni de hacer nada de lo que me gusta hacer, como ir de vinos o salir por la noche. La propia actividad deportiva me ha ido frenando los vicios.
En aquel momento no tenía pulsómetro, ni sabía lo que era la frecuencia cardíaca, y mis zapatillas eran unas Nike normaluchas de paseo. A pesar de eso, seguí corriendo mis dos minutos y medio todos los días hasta principios de Agosto, en que ya era capaz de trotar siete minutos en series de un minuto. ¡Una proeza! Como me iba de viaje y quería seguir practicando en mi destino, compré un par de camisetas y pantalones cortos. Me enfrentaba a algo que me daba terror: correr en público, hasta entonces sólo lo había hecho en una pista solitaria al lado de casa y, excepto un par de paisanas y los miembros de mi familia, no me había visto nadie. Sólo de pensarlo me moría de vergüenza, porque además me iba a un pueblo pequeño donde todo el mundo me conoce y ya me imaginaba el cachondeo. Nadie se rió.
A pesar de una estancia repleta de juergas y parrandas varias, seguí entrenando a días alternos. A finales de agosto ya corría quince minutos en series de uno y dos. Cada sesión, contando el tiempo que andaba, me llevaba una media hora. Para entonces ya había cribado todo lo habido y por haber en internet sobre el tema y vi que estaba haciendo lo correcto. Me hice con un pulsómetro y cuando vi a qué máximo podía correr usando la fórmula de 220-edad casi me da un ataque, porque a esas pulsaciones ya llegaba sólo con andar, así que me apliqué la fórmula de Karvonen (o Karkoven, o Karnoven, que aparece escrito de todas las maneras) y vi que podía ampliar mi rango bastante más, por lo menos hasta las 150-160.
Llegó Septiembre, acabaron las vacaciones y yo, lejos de dejarlo, me planteé un entrenamiento más serio y me puse un objetivo: en enero tenía que estar corriendo entre veinte y treinta minutos seguidos tres días por semana. Para dar ánimos a los vagos diré que el objetivo quedó cumplido hace ya un mes o dos. Entonces empecé a registrar por escrito mis salidas, cosa que para llevar ahora este blog me resultará de lo más útil: estoy viendo que el 12 de Septiembre, dos meses después de haber empezado, corrí 35 minutos en dos series de diez minutos y tres de cinco. El 5 de Octubre ya era capaz de correr 20 minutos seguidos. La frontera de los 30 la pasé el 15 de Octubre. Si yo puedo, cualquiera puede.
Bueno, estoy hablando de tiempo, pero no de distancia ni velocidad. Soy un caracol asmático que corre al 60-80% de su resistencia cardíaca y no es capaz de bajar de los 7 minutos el kilómetro. Es desastroso, lo sé. Pero ahora soy capaz de correr 45 minutos seguidos cuando hace medio año no era capaz ni de dar un paso. No tengo prisa. Ahora empiezo a ver los frutos del asunto, tanto a nivel físico como psicológico. Sé que la culpa de un ritmo tan lento la tiene el cigarrito, pero como no aspiro a ganar ninguna medalla... las cosas de palacio van despacio.
Bien, esta es mi historia hasta el día de hoy. Mañana toca salir a correr y espero que no llueva. Dejo esta entrada como carta de presentación, por si alguien se anima a seguir mis pasos. Otro día hablaré de los beneficios que he observado a lo largo de estos meses, o de todas las malditas agujetas que he sufrido y sigo sufriendo, que de lo malo todavía no he dicho nada. Me marcho corriendo.

8 comentarios:

  1. Yo también me paso el día corriendo, pero no por deporte. Te veo muy ilusionada, lo que me alegra, y seguiré tus andanzas a través del blog, pero no me veo pasando por Decathlon para agenciarme un equipo. Seré una menopáusica histérica y malhumorada (más que gorda y deprimida) pero no me veo corriendo. ¡Suerte con el blog y con tu nueva vida! Besos.

    ResponderEliminar
  2. ¡Otra! Primero, no tienes por qué agenciarte un equipo. Segundo, cualquiera se puede enganchar a esto, si me he enganchado yo, carne de barra y sofá, ni te cuento. Tercero, felicidades, que eres la primera en comentar aquí. A ver si con esta historia no dejo descuidados a mis otros "hijos", jajaja. Bicazos, Hortensia.

    ResponderEliminar
  3. Cierto es...Petete nunca hablaba sobre el deporte.
    Y así nos ha ido a toda una generación. Pero de críos corríamos jugando a "v". Yo siempre me pedía lagarto. Así salí. Mi forma de correr, ya lo sabes, es sobre dos ruedas. Y últimamente lo tengo abandonadisimo por que es muy aburrido salir solo.
    Pero ¿sabes qué? Leer cosas así, contagia ganas. Y mola.
    ;-D

    ResponderEliminar
  4. Pues hala, mañana a sacar las dos ruedas. Yo por mi parte sacaré las dos patas. A mí lo de V ya me pilló de mayorceta y me dedicaba a los malos vicios. No me pegas de lagarto, por cierto. xD

    ResponderEliminar
  5. empezando entrenamientos,(yo haciendo frío no corro que me duelen las manos ).Y en esa carrera que vamos a hacer 15km de nada, iremos juntas para ir marcando trote sin que se note muy cochinero. besitos campeona...

    ResponderEliminar
  6. ¿Juntas? Ya me gustaría, pero me temo que a los diez metros te cansarás de mí y me dejarás, buaaaa. Oye, que son 10 km de nada, no 15, no me metas miedoooooo, jajaja.

    ResponderEliminar
  7. Gracias por los ánimos. Es usted una mujer ejemplar. ;-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias a usted por su comentario. Espero que se anime usted a seguir mis pasos, no le costará mucho hacerlo, pues corro bastante despacio, jajaja. Un abrazo.

      Eliminar